Cuando el Perú llegó a sus cien años como República en 1921, los productos de la minería y de la explotación de hidrocarburos ya eran la base de la energía que movía a las industrias del mundo. Pero, ¿qué sucedió en los años previos?
Luego de proclamada la Independencia en 1821, la minería seguía operando con las normas de la Colonia. Las batallas contra el dominio español marcaron un periodo de estancamiento y, luego —entre 1940 y 1978— el sector tuvo un gran crecimiento por la minería no metálica, con la explotación del guano y del salitre. Con la Guerra del Pacífico este auge acabó, y para la última década de ese siglo la minería peruana se caracterizaba por la existencia de pequeñas empresas dedicadas a la extracción de metales preciosos y de plata. La formación de los ingenieros peruanos en la Escuela de Minas, que había sido fundada en 1876, elevó en adelante la calidad de las exploraciones y de la producción. Además, la explotación de yacimientos en el centro del país se volvió más rentable cuando la vía ferroviaria unió Callao con la ciudad de La Oroya, en 1893, y luego con Cerro de Pasco, en 1904.
En 1900, el presidente Eduardo López de Romaña aprobó por decreto el primer Código de Minería —postergado por décadas— que tuvo como base una propuesta de la Sociedad Nacional de Minería. Este Código derogó todas las leyes anteriores, favoreció el arribo de inversiones extranjeras, y definió el marco para adquirir concesiones mineras. La alta demanda de cobre en el mundo, por ser el mejor conductor de la electricidad, provocó un mayor ingreso de capitales y de tecnología extranjera y, con la Primera Guerra Mundial, se elevó el precio de los metales. En este panorama, el Perú llegaba a sus primeros 100 años.
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En 1923 la primera Constitución Política del Perú ya mencionaba que la propiedad minera le pertenecía al Estado, quien se encargaba de hacer las concesiones, y además establecía regulaciones para las actividades de hidrocarburos. Desde siglos atrás, los antiguos habitantes del Perú accedían a la brea que se producía por emanaciones naturales en zonas de la costa norte. Pero fue recién en la década de 1860 que nació el interés por extraer petróleo a gran escala cuando llegó de Estados Unidos el primer barril de kerosene para usarlo en el alumbrado y, luego, aumentó la demanda, cuando en la última etapa del siglo XIX se inventó el motor de combustión interna.
En 1863, en Zorritos, Tumbes, se perforó el primer pozo petrolero de América del Sur. Y para 1869 otro hito fue perforar el primer pozo en Negritos, Talara. En los años siguientes, emprendedores y compañías estadounidenses e inglesas siguieron estudiando la zona y descubriendo nuevos depósitos. Al llegar el centenario, la producción de petróleo se concentraba en tres empresas —International Petroleum Co. Ltd., Lobitos Oilfields Ltd. y Establecimiento Industrial de Petróleo Zorritos— que en 1924 llegaron a superar en conjunto el millón de toneladas.
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Los inicios de la República se iluminaron con faroles de aceite. Hasta que en 1855 se estableció en Lima la Empresa del Gas que tendió tuberías para iluminar con gas casas particulares y oficinas públicas. Cinco años más tarde, el kerosene se convirtió en el combustible preferido para encender las lámparas.
Finalmente, el 15 de mayo de 1886 llegó la energía eléctrica a Lima con la inauguración del alumbrado público de la Plaza de Armas y jirones cercanos. La empresa Peruvian Electric Construction and Supply Company generaba la energía desde una planta a vapor en la primera cuadra de la actual Avenida Paseo de la República. El intento de hacer una conexión clandestina ocasionó el primer apagón de la ciudad en noviembre de ese año.
La Empresa Transmisora de Fuerza Eléctrica construyó la central térmica de Santa Rosa, en la margen derecha del río Rímac y, en agosto de 1895, realizó su primera transmisión hacia el local de la fábrica de tejidos Santa Catalina, en la actual avenida Grau. En abril de 1900, luego de nuevos acuerdos y adquisiciones, pasó a llamarse Empresa Eléctrica Santa Rosa y construyó dos centrales más en 1903 y 1907. Otros empresarios siguieron esa ruta para alimentar sus propias plantas y, en el camino, iluminaban a los barrios cercanos.
La necesidad de reconstruir la economía luego de la Guerra del Pacífico y la demanda de nuevas industrias en el nuevo siglo consiguieron que la electricidad se masifique.
Fuentes consultadas
– La industria de la minería en el Perú, publicado por Osinergmin (2017).
– Tejedores de Luz 1886-2007: Homenaje a los forjadores de la transmisión eléctrica en el Perú, publicado por Red de Energía del Perú (2007).
– Historia del petróleo en el Perú desde sus comienzos hasta la fecha, de Fernando Noriega Calmet. (1962).
– La minería en el Perú, balance y perspectivas de cinco décadas de investigación, de Hernán Manrique y Cynthia A. Sanborn. Publicado por el Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico (2021).