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Un maestro en Ilo

José Villanueva comandó las operaciones de una de las centrales que fue protagonista del desarrollo energético del Perú.

José Villanueva

Sí había ruido, todo estaba bien. Pero el silencio era el mayor temor. En la Central Termoeléctrica Ilo 1, su jefe de operaciones, José Villanueva, podía detectar pequeños sonidos en un ambiente ensordecedor, como quien reconoce los instrumentos musicales en una canción. No era una molestia, era una costumbre, parte de la rutina. Si algo dejaba de sonar, toda su área entraba en alerta.

La Central —creada en 1959 y construida por Southern Perú para suministrarle energía— funcionaba con un sistema de generación a vapor y de recuperación de calor de la fundición de Southern. En esta Central, que en 1997 fue comprada por Enersur (hoy Engie Energía Perú), Villanueva aprendió y compartió su experiencia por cuatro décadas. “Hacer lo mejor en lo que me toca, para no dejárselo al que viene”, dice que fue una de las principales lecciones que se aplicaban para no dejarle problemas a quien tomaba la posta, cada día, del siguiente turno en la planta. Y fue una lección que no solo le sirvió para el trabajo.

Villanueva nació en Huamachuco, La Libertad. En Lima estudió la secundaria en el colegio Alfonso Ugarte y luego se decidió por ingeniería mecánica en la UNI. Era su vocación solucionar problemas, arreglar cosas, desde que, de chico, veía a su padre que era carpintero. En 1978, fue contactado por Southern Perú para ser parte de su primera promoción de becarios y trabajar en Ilo. Pero al llegar a la ciudad del sur, junto a otros ingenieros, no sabía aún cuáles iban a ser sus funciones. Recién allí se enteró que lo enviaban a la Planta de Fuerza (luego llamada Ilo 1) para un periodo de prueba de un año. Cumplido ese periodo, aunque era uno de los nuevos, pasó a ser jefe de turno.

José Villanueva fue un maestro para todos los que pasaron por esta central de energía. Aunque no se llega a ser maestro sin ser primero alumno. Villanueva aprendió de su jefe Rolando Llanos. “Él nos formó no solo en aspectos técnicos sino también humanos”, recuerda. Había dos cosas que los más experimentados siempre debían transmitir a los nuevos: que se sientan como una familia y como si estuvieran en una escuela. Compromiso y aprendizaje. “Había una comunicación clara y sincera con todos”, señala Villanueva.

Desde que asumió como jefe de Operaciones, en la segunda mitad de los ochentas, y con más de 40 personas a su cargo, Villanueva siguió transmitiendo las lecciones que había aprendido: mantener un ambiente de amistad, pensar no solo en el propio trabajo sino en el del compañero, reconocer la participación en los logros, si algo no salía bien encontrar las causas, pedir sugerencias para mejorar. “Yo siempre les decía hoy por ti, mañana por mí, eso en el trabajo era súper importante”, explica Villanueva. Esas cosas hicieron que confiaran en él y que él creyera en ellos, en sus talentos, y por eso les daba oportunidades de crecer en la empresa. “A cualquiera le gusta que confíen en uno”.

Con esa mística de trabajo se enfrentaron grandes desafíos en la generación de energía eléctrica. Por ejemplo, cuando los huaycos afectaron la Central de Machu Picchu en 1998 o cuando el terremoto del 2001 remeció el sur del país, Ilo 1 evitó que las ciudades del sur quedaran a oscuras y sin electricidad. Con esa mística, transmitida por Villanueva, esta central fue una escuela para varios ingenieros y técnicos que luego pasaron a trabajar en otras centrales del Perú o en operaciones de Engie en el extranjero.

Por la transición de Engie hacia la generación con energías renovables, hoy la central Ilo 1 ha quedado desactivada. Ya no genera energía, pero todavía hay una serie de servicios auxiliares que se brindan a la fundición de cobre de Southern Perú. José está a cargo de gestionar estos servicios y de coordinar algunas actividades del plan de abandono parcial de la central. “Tenemos que ver la parte operativa para que se haga de la forma correcta. En diciembre cumplo 70 años y también llegará el momento de retirarme”, comenta Villanueva, como testigo y protagonista de una historia que debe seguir siendo contada.