En el marco de las plenarias de la Cumbre Perú Sostenible, Rubén Arratia, director de metales básicos y preciosos en Wood Mackenzie, disertó sobre las tendencias y oportunidades en torno a la transición energética para el Perú. Luego, Darío Zegarra, country manager de Newmont y uno de los anfitriones de la jornada, lo entrevistó para complementar las ideas expuestas.
Desafíos mineros y energéticos
Hoy, las grandes corporaciones del mundo deberán reevaluar sus estrategias de competitividad y ver qué metales críticos les permitirán diversificar sus utilidades y riesgos en la era de la transición energética.
En este contexto, países ricos en minerales como Chile, República Democrática del Congo, el Perú y otros más tienen dos responsabilidades claras: hacia afuera y adentro. “Hacia afuera, tienen la responsabilidad de proveer en cantidad y calidad los metales críticos que esta transición energética demanda. Hacia adentro, pueden aprovechar la oportunidad que esta transición ofrece, particularmente los países que poseen metales escasos, como el cobre. Es una oportunidad única y fundamental para crear capacidades de resiliencia económica, y así poder estar mejor posicionados para enfrentar la crisis del cambio climático y la lucha contra la pobreza; y para transformar los recursos económicos que se generarán en capital humano de altísimo rendimiento”, explica Arratia.
Un ejemplo de esto último es China, que tiene a 400,000 ciudadanos chinos estudiando en EE.UU.; 230,000 en Australia; y 130,000 en Inglaterra.
Para que el mundo cumpla con el Acuerdo de París y llegar a un escenario de calentamiento global de 1.5°C en el 2050, tendríamos que reducir a cero la emisión de 35 millones de toneladas de CO2. Wood Mackenzie utiliza, en cambio, un escenario base de 2.5°C. Todas las transformaciones necesarias para ello demandarán una inversión global de US$ 52 trillones. Para ello, el sector minero va a tener que invertir hasta US$ 3 trillones, el 6%. “Esto quiere decir que el sector minero es una pequeña parte del problema, pero una parte fundamental, sustancial, de la solución”, comenta Arratia.
Al 2040, el futuro crecimiento de la economía global está en Asia. “Los metales, fundamentalmente, se van a beneficiar de este crecimiento”.
¿Qué significa la transición energética y que la economía global esté orientada hacia el Asia? “Es una bendición”, indica Arratia. El desarrollo del puerto de Chancay le va a permitir al Perú reducir sus costos marítimos hacia el Asia de manera sustancial. Por otro lado, con relación a la demanda de metales, existe un déficit en la oferta de cobre entre 2030 y 2050 de 60%, lo mismo que en el litio. Según Arratia, habrá litio en abundancia hasta el 2030, pero después habrá un déficit. “A futuro, en el 2050, estimamos que serán necesarias 10 millones de toneladas adicionales de cobre por la transición energética en vehículos eléctricos, en equipos para la energía eólica y energía solar”, sostiene.
“Todos los países del mundo, particularmente los desarrollados, están preocupados en incentivar el uso de los vehículos eléctricos, y en saber de dónde sacarán el cobre, el litio, el cobalto y el grafito necesarios para estos bienes. Por ello, ya han empezado a modificar sus legislaciones. Allí, el cobre tiene una ventaja adicional, pues su producción demanda la emisión de menos CO2 que su competidor, el aluminio”, señala.
Para el 2050, la demanda de cobre será de unas 40 millones de toneladas y, para esa fecha, se necesitarán producir 18 millones de toneladas adicionales de cobre para satisfacerla. Y esa es una oportunidad que pueden aprovechar los países productores, como Chile y el Perú.
Sin embargo, las producción de ambos países al 2040 será menor. “El Perú, en lugar de producir 2.8 millones de toneladas, como consecuencia de los problemas sociales, va a producir menos, a expensas de los beneficios que generan los grandes proyectos mineros en términos de impuestos, empleos y salarios”, vaticina el experto.
Un gran proyecto de inversión en cobre genera cerca de 12 mil puestos de trabajo,. “Si analizamos tres grandes mineras peruanas, como Cerro Verde, Southern Perú y Antamina, pagaron impuestos por US$ 22 mil millones en los últimos 12 años. Y, en salarios, más del doble, US$ 44 mil millones. Entonces, su impacto en la economía es de US$ 66 mil millones. Eso es lo que hace el sector minero. Esa es la bendición que tienen el Perú y Chile”, dice Arratia.
El mismo análisis para tres grandes mineras privadas de Chile, Escondida, Antofagasta Minerals y Collahuasi, arroja que pagaron US$ 30 mil millones en impuestos y en salarios pagaron US$ 63 mil millones. “Chile se transformó así, es decir, el sector minero fue la ‘vaca lechera’ que permitió generar resiliencia”, aseveró.
Para Arratia, el sector minero puede generar esa capacidad de resiliencia al Estado y a la economía: “La crisis climática te puede afectar, pero te puedes levantar, porque tienes recursos. [A diferencia de Chile], el Perú tiene muchos más proyectos, 18 proyectos grandes, y algunos están parados. Su capacidad es impresionante, tenemos más de 20 franjas metalogénicas donde se puede explorar. En cambio, en Chile hay seis, y ya no hay grandes proyectos. Pero, es un trabajo que implica a todos”.
Una visión de desarrollo
Darío Zegarra, anfitrión de la cumbre Perú Sostenible, planteó algunas preguntas a Arratia que ayudaron a ampliar sus puntos de vista.
El Perú tiene una tradición minera y tenemos 8 de los 17 minerales críticos que se necesitan para la transición energética. Pero, a lo largo de nuestra historia, nos ha costado muchísimo aprovechar estas oportunidades. ¿Qué ejemplo nos podría mencionar en el que la prosperidad llegue a todos?
Cuando uno analiza a China, el presidente Xi Jinping es uno de los responsables del “milagro chino”. Es cientos de veces mucho mejor que lo que hizo Mao. ¿Qué hizo? ¡Benchmarking! Viajó por Japón y Europa, para ver la tecnología, las realidades sociales y cómo transformar su país. Con ello, se apartó de la política, de la ideología, y comenzaron a apuntar a la ciencia y a la tecnología, haciéndose amigo de los estadounidenses también. Eso lo dijo en 1978, recién había muerto el presidente Mao, pero se atrevió. Y gracias a ese liderazgo, a ese pragmatismo, es que China es lo que es.
Otro ejemplo más cercano es Chile. ¿Cómo lo hicieron? Chile vivía con US$ 15 al día por habitante en los años 80. Hoy, se vive con US$ 40. El Perú todavía está en US$ 18. El promedio del mundo es de US$ 32. He visitado Chile en los últimos 35 años y la transformación que ha tenido Chile ha sido gracias a su sector minero. Hoy, nadie habla en Chile de la desigualdad, aún con toda la explosión social que hubo en el 2019. El gran problema de Chile es que no tienen más proyectos mineros. Los chilenos hoy admiran al Perú. Hemos sacado grandes proyectos y tenemos una oportunidad muy grande a partir de una economía de mercado y buenos indicadores macroeconómicos. Seguir con el modelo de economía de mercado es importante, como lo ha hecho Chile y estar abiertos al mundo.
Lo que sí debemos hacer es dar mejores condiciones a la inversión. En Chile, la reinversión de utilidades tiene un beneficio mayor que el del Perú. De esa manera, Chile promueve la inversión y eso significa también empleo, la palabra mágica para transformar el país.
Además de la inversión, el desarrollo está asociado también a innovación, a la tecnología. ¿Cómo generamos ese proceso sinérgico para crecer? ¿Es inversión, es innovación y tecnología, o una mezcla de ambos?
Tecnología es cómo hacemos las cosas, pero no solamente pasa por cómo lo hacen los privados, sino también cómo lo hace el Estado. Las dos pesadillas más grandes que tiene Latinoamérica, particularmente Chile y el Perú, son la cantidad de permisos para sacar adelante los proyectos mineros. Para usar agua desalada en Chile, para el proyecto Collahuasi, le tomó diez u once años sacar el permiso. El proyecto Chuquicamata subterránea, de Codelco, necesitó 71 permisos y suscribir 10 mil compromisos ambientales. Así, es imposible ayudar a los pobres. Se tiene que trabajar en facilitar la inversión sin poner en riesgo la parte ambiental y la sostenibilidad. Eso es una parte, pero lo central es que no se cambie el modelo de economía social de mercado, porque, al rato, todo colapsa.