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La entrañable labor de Kipi, la “robot maestra” de Huancavelica

La innovación de un profesor rural está cambiando la educación en las comunidades rurales altoandinas. Se ha convertido en un símbolo de educación intercultural, y su historia será llevada a la pantalla grande el próximo 21 de marzo.

En marzo del 2020, cuando el mundo se vio desafiado por la pandemia y sumido en la incertidumbre ante la necesidad de adaptarse a nuevas formas de educación a distancia, un profesor rural oriundo de la provincia de Tayacaja, en Huancavelica, trabajaba en su pequeño laboratorio en una potencial solución: una “maestra robot” construida con materiales reciclados para contribuir con la educación primaria de las comunidades de Colcabamba y Andaymarca.

“Empecé a entrenar un poco el sistema informático en una base de datos, en mi computadora. Todo el hardware estaba construido de material reciclado; su cabeza era una radio; su cuerpo, una galonera; sus piernitas, una balanza. Saqué el procesador de una laptop que tenía y empecé a programar y el software fue operando bien. Empecé a enseñarle cosas y lo bonito que empezó a responder un poco a la voz humana, con un poco con dificultad, pero empezó”, cuenta el inventor profesor.

Se trata de Walter Velásquez Godoy, quien decidió bautizar a su creación con el nombre de Kipi (‘cargar’, en quechua). Consciente del potencial de esta tecnología, se propuso llevarla a su comunidad. La robot rápidamente captó la atención de las autoridades locales, pero especialmente del equipo de Kallpa Generación, la empresa eléctrica que opera la Central Hidroeléctrica Cerro del Águila, en la provincia de Tayacaja, que se ofreció a llevarla al siguiente nivel.

EL INICIO DE LA AVENTURA
“¿Y si se pudiera llevar la educación directamente a los hogares, sin importar el nivel de alfabetización?”, pensó Walter en ese momento. “Yo pensaba, esto le puede servir a una niña, a un papá, a una familia, no importa si sabe leer o escribir, lo que importa es que sepa preguntar”. Después de algunos meses, recuerda, recibió una llamada de Kallpa. “Ahora que lo pienso, ese fue uno de esos momentos en que uno dice: cuando sumamos fuerzas, llegamos más lejos”.

Alineada a su política de responsabilidad social y a su compromiso educativo, Kallpa impulsó el desarrollo de siete robots Kipi para llevarlas a siete comunidades vecinas. Se formalizó la titularidad y la autoría del invento, asegurando que Walter fuera reconocido como el creador de esta innovadora herramienta educativa. La robot también fue mejorada en su apariencia y funcionalidad y adaptada para satisfacer las necesidades educativas específicas de la comunidad.

PROYECTO INTERCULTURAL
Con el tiempo, Kipi dejó de ser simplemente una sustituta del maestro para convertirse en un proyecto educativo integral que conjuga la tecnología, la innovación y la creatividad. El proyecto cuenta con otras herramientas, como el “Kipi Libro”, un texto educativo de más de 300 páginas que incluye en 100 clases todo el material que las Kipi llevan almacenado en sus softwares.

Además, cuenta con un aplicativo 3D que complementa al libro de texto, y con la capacitación de los docentes encargados de operar las siete robots.

Ahora, Kipi cuenta con una mayor autonomía de desplazamiento, resuelve problemas matemáticos, recita poemas, relata cuentos, enseña videos, e incluso incursiona en la realidad virtual y el metaverso. Pero, sobre todo, habla e interactúa con alumnos de colegios públicos no solo de Huancavelica, sino también de Puno, Piura e Iquitos, entre otros lugares, agregando al software de la robot palabras de ocho distintas lenguas originarias del Perú.

“En el Perú también somos 48 lenguas más 56 pueblos originarios. Por eso, la versión 3.0 ya tiene lenguas originarias”, señala Walter. Agrega que, durante las vacaciones, la Embajada de Estados Unidos se contactó con él para continuar perfeccionando el software, contenido y recursos para que Kipi y sus seis “hermanas robot” enseñen inglés a los estudiantes de Colcabamba, en Huancavelica.


MÁS ALLÁ DE LAS AULAS
Pero el alcance de Kipi no se limitó a las aulas. Su participación en eventos como la 36ª edición de la Convención Minera PERUMIN, la más grande del sector minero, realizada en Arequipa, evidenció su versatilidad y su capacidad para adaptarse a entornos industriales complejos. Allí, interactuó con más de 5,000 estudiantes. “La robot ha trabajado con 300 niños de manera directa, pero de manera indirecta ha superado los 10.000 niños”, cuenta Luis Albuquerque, gerente de Responsabilidad Social de Kallpa.

Además, Walter y Kipi se aventuraron por la diversa geografía del Perú, recorriendo algunas localidades como el Centro Poblado Los Nogales, Chuquitambo (en Pazos, Huancavelica), la Comunidad Nativa de Tsachopén (Oxapampa, Pasco), aprendiendo y enseñando en distintos idiomas. Todo este recorrido pedagógico-cultural formará parte del documental Misión Kipi, dirigido por la gestora cultural y periodista peruana Sonaly Tuesta, cuyo estreno será el próximo 21 de marzo.

“Este es un ejemplo de descentralización. El Estado debería asumir o hacer propia esta gran iniciativa para multiplicar a Kipi en todo el país. Si el Estado lidera el proceso sin que eso excluya la participación del sector privado o de cualquier otro actor dentro del marco de la educación, eso va a ser, creo, el gran reto”, concluye Albuquerque.

En un mundo donde la educación es fundamental para el progreso, proyectos como Kipi demuestran el poder transformador de la colaboración entre el sector privado y las comunidades locales. La visión de Walter y el apoyo de Kallpa han abierto nuevas puertas para la educación en Colcabamba y las zonas más desfavorecidas del Perú. “Hemos demostrado que, en nuestra comunidad, en Colcabamba, en las alturas de Huancavelica, podemos generar tecnología”, concluye Walter, cuyos reconocimientos —Premio Campodónico (2023), Docente Innovador de Latinoamérica (2022), Peruano Bicentenario (2021), entre muchos otros— son prueba del impacto perdurable de su visión en la educación del futuro.

Al cierre de esta edición, Kipi ha sumado el respaldo de Hunt Oil Company of Perú, a través de su vicepresidente y gerente general, Martin Grisolle, quien conoció la historia y decidió apoyar el proyecto.