¿Cómo entender las capacidades de las regiones del Perú para aprovechar sus recursos naturales, crecer económicamente y mejorar la calidad de vida de las personas de manera sostenida?
Esta es la pregunta que se plantea cada año —y desde hace 11 años— el Índice de Competitividad Regional (Incore). El informe, en su undécima edición, mide y compara —con información pública y metodología transparente— los avances de cada región en el entorno económico, educación, infraestructura, salud, laboral e instituciones.
“Casi todas las regiones incorporan el Incore en su análisis y diagnóstico. El mismo CEPLAN, que es la entidad adscrita a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y se encarga de la planificación a nivel nacional, también incorpora el Incore dentro de su plan estratégico de desarrollo nacional al 2050. Eso te da una idea de su impacto”, afirma Carlos Gallardo, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE), entidad que elabora este indicador.
APURÍMAC: CASO NOTABLE
Este año, el Incore registró una sorpresa: Apurímac, que pasó de estar en el puesto 21 de la primera edición del ranking a la ubicación 15 en el Incore 2023, escaló seis posiciones gracias a la minería. Actualmente, la región concentra la segunda mayor cantidad de proyectos del portafolio minero que está por desarrollarse (19%), con una inversión de US$ 10,199 millones, donde figuran proyectos como Haquira, Trapiche, Los Chancas, Hierro Apurímac y Cotabambas.
“Apurímac es una región que ha tenido un salto impresionante en los últimos diez años. Es una región que, a inicios de siglo, tenía una pobreza por encima del 70% y hoy este nivel de pobreza está en alrededor del 25%”, dice Gallardo, y enfatiza que es de las pocas regiones que ya se han recuperado económicamente a niveles pre pandemia. La explicación de ello es Las Bambas, que inició sus operaciones en el 2015.
“El inicio de actividades [de Las Bambas] permitió mejorar en distintos aspectos: incrementó el presupuesto público, aumentó la capacidad adquisitiva y el gasto de los hogares, un aumento del 60% en ingresos por trabajo, la formalidad laboral se duplicó y, por lo tanto, una mayor inclusión financiera en la región; esto permitió reducir en más del 50% la pobreza desde inicios de este siglo”, afirma Gallardo.
Sin embargo, aún hay retos relevantes. “En salud, por ejemplo, la anemia infantil permanece por encima del 50%; en educación, ha mejorado bastante en asistencia escolar y en rendimiento escolar en primaria, pero prevalecen los índices de analfabetismo; es, además, la región con la mayor tasa de conflictividad social”, enumera el ejecutivo.
RELACIÓN A LARGO PLAZO
Moquegua, Arequipa, Tacna e Ica han logrado establecer una relación a largo plazo con la minería, de alrededor de 50 años, dice Gallardo. “Me gusta compararlo con una familia. No todo es paz y tranquilidad, las familias discuten, pero, finalmente, lo importante es permanecer unidos, tener un mismo objetivo. Estas regiones han avanzado más en ese camino (…) y en los últimos 20 años ha habido reducciones de más del 40% de la pobreza”.
El caso más evidente es Moquegua, cuyo ingreso per cápita es tres veces el promedio nacional, gracias a una operación minera de gran envergadura: Cuajone. Si en 1961 —previo a Cuajone— sus estadísticas de desarrollo estaban por debajo del promedio de los departamentos de la costa e incluso por debajo del promedio nacional, en la actualidad alcanza el segundo puesto en el Incore, solo por detrás de Lima, liderando en indicadores económicos, de salud, educación y laborales.