Desde Adentro conversó con Bárbara Beck, doctora de la Universidad de Lausanne y encargada del desarrollo del pasaporte geoforense, sobre los inicios de esta herramienta que permitirá conocer el origen del oro, los beneficios que trae a la industria y las expectativas a corto y mediano plazo entorno a ella.
¿Cómo surge la idea del pasaporte geoforense?
La idea básica proviene de la arqueometría. Es una rama de la arqueología que pretende resolver problemas históricos o arqueológicos con métodos científicos. En este caso, estudié las rutas comerciales de la plata en una región de Suiza para averiguar si ya se explotaban minas de plata en la Edad de Hierro y en la época romana. Esta determinación se basó en una comparación química entre las minas potencialmente explotadas y los objetos arqueológicos de los períodos correspondientes.
En el 2015, creyendo que mi método era científicamente sólido, tomé conciencia de la cuestión del oro ético. Entonces me puse en contacto con los refinadores suizos. La empresa Metalor, ansiosa por mejorar continuamente sus estándares en términos de abastecimiento responsable y cumplimiento, aceptó probar mi método. Fue entonces cuando empecé a desarrollar el pasaporte geoforense.
¿En qué consiste esta herramienta?
Es una herramienta informática que permite trazar el origen del oro. Más concretamente, proporciona la confirmación de que la declaración de origen de un proveedor de oro es correcta. Esta confirmación se basa en análisis de la composición química e interpretaciones estadísticas.
Asimismo, podemos analizar las mezclas, como la adición un porcentaje de oro en otro proceso. También podemos determinar si un proveedor explota más de una mina o filón, observar los cambios en el filón explotado y más.
La ventaja de esta herramienta es que se basa en la composición química elemental del oro doré. Esto es extremadamente difícil de falsificar. Por lo tanto, el pasaporte geoforense es una herramienta por encima de cualquier fraude declarativo.
¿Qué beneficios trae para para la industria?
En primer lugar, a nivel técnico, es una tecnología que puede aplicarse fácilmente en un proceso de refinado o prerrefinado, especialmente si los análisis químicos ya están integrados sistemáticamente. Tras un estudio previo, basta solo poner en marcha esta herramienta informática. Una vez instalada, los costos son relativamente bajos.
En segundo lugar, para los usuarios, especialmente para el operador de la mina, el pasaporte geoforense garantiza el primer paso de la cadena de valor: que el oro solo se extrae de minas declaradas. Una mina, cooperativa o planta de procesamiento controlada con el pasaporte geoforense da la credibilidad necesaria para entrar en una cadena de suministro legal. Se trata de un requisito básico muy importante para las minas artesanales, pero también muestra la calidad de una mina industrial.
Para el refinador, el pasaporte geoforense certifica el origen del oro de forma muy fiable. Establece un vínculo directo entre la mina y el refinador. Esto puede ser crucial en un contexto de riesgo para la reputación, como es el caso de Suiza.
¿Qué expectativas tienen a corto y mediano plazo?
El valor del pasaporte geoforense está creciendo con un uso que se hace cada vez más generalizado. A corto plazo, hay un interés en que las minas instalen nuestra herramienta para garantizar el origen producido in situ, y esto se aplica tanto a las minas industriales como a las artesanales.
En segundo lugar, también sería necesario reforzar el control en todas las refinerías o prerrefinerías, en el Perú y en Suiza. Incluso si aportamos pruebas irrefutables y científicas del origen, la cuestión del organismo de control sigue abierta. Al tratarse de una herramienta de control descentralizada e independiente para una verdadera garantía del origen del oro, debería ser posible cruzar los resultados obtenidos en al menos dos etapas diferentes de la cadena de suministro: en las minas, las plantas de procesamiento, las prerrefinerías, las refinerías y las aduanas. No conozco bien la situación del Perú, pero creo que, a mediano plazo, podría crearse un sistema de control con una autoridad independiente, quizá con una estructura público-privada.