“Perú: país minero”. Más de una vez hemos escuchado esta frase, que lejos de ser un simple eslogan tiene sustento en la realidad. Para entenderlo, basta revisar la historia de nuestro país. Desde las culturas preincas esta actividad productiva ha estado presente de forma relevante para la sociedad, hasta llegar a la República, donde el avance del sector minero acompañó el avance de la economía, basado tanto en la riqueza geológica como en el capital humano con el que se cuenta.
En la actualidad, la frase sigue estando más vigente que nunca. Según la Guía para la Inversión Minera en el Perú 2022/2023, elaborada por el Ministerio de Relaciones Exteriores y EY Perú, 64% de las exportaciones peruanas se producen en el sector minero que, además, representa el 10% del PBI. Por otro lado, Claudia Cooper, ex ministra de Economía y Finanzas, sostiene que la minería es crucial para otros sectores relevantes para una diversificación productiva real, en su libro Minería y equilibrio económico. El turismo, por ejemplo, también necesita de la infraestructura provista con los recursos fiscales que genera la minería en las regiones; y el sector agropecuario puede apoyarse con la construcción de infraestructura de riego y vías de acceso.
“En minería tenemos un potencial geológico muy importante. Tenemos reservas mundiales de cobre y plata en reserva que nos permitirán formar parte del proceso de transición energética en el mundo. Además, en los últimos 15 años, hemos logrado aumentar la producción de cobre gracias a varios proyectos de clase mundial, como Toromocho, Las Bambas, Antamina y ahora Quellaveco”, afirma el economista Gonzalo Tamayo, socio de Macroconsult y exministro de Energía y Minas.
El sector hidrocarburos no se queda atrás. Rudy Laguna, director del Centro para la Competitividad y el Desarrollo (CCD), explica que el emblemático proyecto Camisea, no solo ha permitido impulsar el crecimiento económico, sino especialmente ganar competitividad a todas las industrias del país. “El recurso natural, que es el gas natural, ha permitido aminorar costos y hacer eficiencias por todos lados: en la industria manufacturera, que consume el gas para utilizar sus sistemas de producción; en el sistema de transporte, que tiene gas natural. Y en la electricidad también, pues casi el 50% de la que consume en el país es térmica y proviene de Camisea”, dice Laguna.
Tamayo coincide en que la incorporación de Camisea en la matriz energética del Perú implicó una transición energética hacia el gas natural: “Ha permitido que el Perú se inserte en el mercado mundial de LNG (gas natural licuado), que es de las actividades con mayor demanda en el mundo. Y, además, ha aumentado la eficiencia económica al darnos costos de electricidad más bajos, que hacen al país más competitivo”, aseveró.
El sector eléctrico acompaña también la evolución del país. Sin duda, para el avance de emprendimientos y la economía en general, la electricidad es un elemento determinante. En las últimas décadas, hemos observado que fruto de las inversiones este sector se ha consolidado, diversificado y modernizado, respondiendo a la creciente demanda que fue generando el avance económico del país.
Hoy contamos con un sistema más robusto, que brinda seguridad y servicio de mejor calidad a la ciudadanía e industrias. El coeficiente de electrificación nacional es de poco más del 96%. A nivel rural se ha pasado de 30% al inicio de la década del 2000, a más del 82%. El sector continúa trabajando para alcanzar electricidad, elevar la calidad del servicio que se brinda, innovar en el desarrollo de fuentes de energía renovables como la solar y eólica.
En el extranjero
No es una sorpresa que las industrias extractivas en el mundo sean fuente de crecimiento y desarrollo. Noruega, por ejemplo, es el segundo productor de petróleo de Europa después de Rusia, con una producción anual de 642 millones de barriles de petróleo, frente a los poco más de 14 millones de barriles que produce el Perú, según Perupetro.
En Australia, la minería representa alrededor del 9% del PBI y, si se suma la contribución del sector proveedores, llamado METS (Equipamiento Minero, Tecnología y Servicios por sus siglas en inglés), el porcentaje aumenta al 15%, explica Diana Nelson, embajadora de ese país. En los últimos tres años el sector minero contribuyó con US$ 180,000 millones a los ingresos del Gobierno y se generan alrededor de 250 mil empleos directos y sumado a los indirectos superan el millón.
En Canadá, la minería es la cuarta industria más importante del país. Representa el 20% de sus exportaciones totales y el 4% del PBI. Son el primer país productor de potasio y titanio en el mundo; segundo en uranio y niobio; tercero en indio y platino; cuarto en aluminio; y quinto en oro y sulfuro, detalla el embajador canadiense Ralph Jansen. Sin ir más lejos, en Chile, la industria minera, enfocada principalmente en cobre, representa el 50% de las exportaciones.
Siendo así, la relevancia del sector minero energético para el Perú también es determinante, al representar el 12% del PBI, el 70% de las exportaciones, el 23% de la inversión privada y más del 42% de la recaudación de impuestos y otros pagos de las empresas. Por si fuera poco, más de 7.5 millones de peruanos trabajan en empleos generados por las empresas minero energéticas.
“Sin estas industrias nuestro PBI per cápita, en lugar de US$ 12,000, sería la mitad, que es lo que teníamos justamente antes de que prosperen estas industrias en las últimas décadas. Tendríamos un tipo de cambio elevado, porque no tendríamos las divisas que traen estas industrias, que necesitamos para adquirir bienes de capital y de consumo. Estas industrias representan una oportunidad real para llevarnos a ser un país del primer mundo. La cantidad de dólares que trae el sector nos permite financiar y disponer de estos bienes y servicios que son fundamentales para el desarrollo”, comenta Laguna.
Visión y nuevos retos
“El potencial geológico lo tenemos, gente entrenada, trabajadora y de muy buen nivel, también. Tenemos fuentes de energía. Pero en los últimos años las complicaciones del relacionamiento con el Estado y con las propias comunidades han hecho que el proceso de atracción de inversiones sea un reto para el Perú”, afirma Tamayo.
Por ello, agrega el economista, el elemento más diferenciador respecto a los países con los que compite el Perú es la predictibilidad en los trámites. “Legalmente puede haber contratos, compraventas, adquisiciones de tierras, pero nuestra complejidad sociocultural y la falta de capacidad del Estado de hacer cumplir la ley propicia situaciones de renegociación permanente de acuerdos ya cerrados. Eso, por supuesto, genera inestabilidad”, refiere.
Laguna coincide: “En el Perú, entre obtener la concesión minera hasta que se ponga en producción la planta de procesamiento, nos demora entre siete u ocho años. Es mucho tiempo porque hay que sacar permisos y licencias que pide el Estado para uso de explosivos, para transporte de combustibles, temas ambientales, entre otros. ¿Por qué en Australia demoran solamente un año y medio?”.
Además de ello, quedan nuevos retos para las próximas dos décadas, plantea Laguna: destinar mejor los recursos del canon hacia las comunidades y cerrar las brechas de infraestructura. “Nada de esto se puede lograr si no tenemos una visión de desarrollo. No me imagino a Panamá —que su política de desarrollo se basa en el canal y que ha llevado a tener el doble de ingresos que tenemos nosotros— discutiendo sobre el aprovechamiento del Canal de Panamá. O a Singapur, que tiene casi nueve veces nuestros ingresos, discutiendo sobre aprovechar o no sus recursos estratégicos de ubicación, que son naturales. O a Australia y Canadá, con sus recursos naturales mineros, o a Noruega, con el petróleo. Estos países no cuestionan su visión de desarrollo”, asegura.
Digámoslo claro: el Perú es, con orgullo, un país minero energético.