Desde Adentro conversó con Álvaro Ríos, ex ministro de Hidrocarburos en Bolivia, sobre la situación de los hidrocarburos en el país altiplánico. El ahora socio director de Gas Energy Latin America también dio sus impresiones sobre lo que está pasando en Petroperú, la Nueva Refinería Talara y la masificación del gas.
¿Cuál es la situación del sector hidrocarburos en Bolivia actualmente?
Lo que te puedo decir es que Bolivia ha tenido un ciclo, unos diez años, entre el 2005 y 2015, de una bonanza rentista gasífera muy grande. En ella se han recaudado impuestos cercanos a los US$ 50,000 millones de la exportación de gas, principalmente. Entonces, en este contexto, este dinero ha dado para masificar el gas, para construir muchas plantas que en este momento tienen escaso movimiento -quiero decir que operan por debajo del 40%, 50%, 60% de su capacidad-, modernizar refinerías que operan a menos del 50% de capacidad y se ha dedicado poco esfuerzo a la exploración.
De esta manera, en el año 2014, con reservas que se habían descubierto hace 25 años atrás, y los gasoductos que ya estaban construidos con dirección a Brasil y Argentina, es que se monetiza mucho este gas, que se crea una inmensa renta, pero la exploración se detiene.
¿Por qué se detuvo la exploración en hidrocarburos?
Fundamentalmente, por dos motivos. Uno es un elevado tributo. En Bolivia los tributos que se cobran a las empresas que invierten [en el sector hidrocarburos] van entre el 50% y 90%, dependiendo del campo, del bloque petrolero. Entonces la exploración, diremos, no da, pero lo que sí da es la explotación. Se explotan los campos que habían sido descubiertos hace 25 años atrás, entonces de esa producción que en 2013-2014 llegaba a 61 millones de m3 por día, hoy en día se están produciendo 41 millones de m3 y en declinación.
Entonces, se ha tenido que reducir el mercado de exportación a Brasil -de 30 millones de m3 a 20 millones m3- y a Argentina -de 20 millones m3 a 8 millones de m3 por día. Esto asociado a una menor producción de petróleo, de condensado, y Bolivia se está tornando en un importador neto de hidrocarburos. Quiero decir que en el 2021 ya importamos cerca de 65% del diésel y casi el 40% de la gasolina y, en el 2023, vamos a empezar a importar GLP. Y si no se cambia el rumbo, en el 2030 vamos a empezar a importar gas natural.
¿Hay alguna solución en el corto plazo?
Esta es una ecuación extremadamente desventajosa. La balanza energética que teníamos era de un superávit US$ 4,000 a US$ 5,000 millones anuales. Este 2022 va a ser negativa en unos US$ 200 millones. Esto quiere decir que se están dejando vacías las arcas del Estado, porque hay que importar mucho diésel y gasolina, y, en breve, GLP y más adelante GNV.
Esta situación es la de un modelo, digamos, exitoso de explotación, pero fallido de exploración. Es pan para hoy, pobreza para mañana. La ecuación energética de Bolivia es muy complicada en los próximos diez años. Pesca al país con cada vez menos reservas internacionales netas y con un déficit fiscal cercano al 10%. En breve, los dólares no van a alcanzar más al país. Se ha hecho demasiado grande a la estatal del petróleo. Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) es una empresa extremadamente politizada, con mucha corrupción. Los proyectos no funcionan, los funcionarios son amigos del Gobierno. El modelo boliviano ha pasado de ser visto como un modelo exitoso a ser catastrófico.
Las soluciones en el sector hidrocarburos no se toman de la noche a la mañana. No se dan así. Y por lo tanto cualquier cosa que hagamos ahora, la vamos a ver muy negras en adelante. Porque cualquier ley que se haga para promocionar la exploración va a tomar entre 7 y 10 años [en concretizarse]. Esto quiere decir que Bolivia va a tener que importar, de dónde sacará los dólares que necesita para en los próximos 30-40 años. Porque el mundo va a seguir necesitando combustibles fósiles.
¿Qué lecciones le puede dejar la situación de Bolivia al Perú?
La primera gran lección es que la exploración en hidrocarburos debe continuar. Estamos viendo la caída de la producción en el norte peruano y el gas natural de Camisea tiene para unos buenos años, pero recuerden que así lo tenía Bolivia hace 15 años, por lo que deben promocionar un circuito exploratorio virtuoso que funcione todo el tiempo.
Lo segundo es que, politizar a una empresa estatal sin cuadros técnicos, profesionales y capacitados, quiero decir manejada por políticos y no por técnicos, resulta en los modelos bolivianos y venezolanos. Siempre he pensado que si el Perú quiere tener una empresa estatal fuerte tiene que blindarla del poder político de turno, para que sea estratégica para los peruanos.
Este mes se inauguró la Nueva Refinería de Talara. ¿Qué impresión le da una obra de esta magnitud?
Es un proyecto muy grande, costoso para Petroperú, pero ya está hecho. Creo que decir en este momento si fue o no fue [una buena inversión] es nostálgico. Lo que se tiene que hacer es vigilar que esta refinería funcione a total capacidad, que elabore los productos que el mundo necesita, no solo el Perú, pues se puede pensar en exportación para la región. Aquí viene otra vez el tema de porqué es tan importante la meritocracia en la elección de los gerentes, personal técnico y directorio que va a encabezar cómo funciona esta refinería.
Un tema que se debate con frecuencia es la masificación del gas natural en nuestro territorio. ¿Qué cree que se puede hacer para llevar a cabo este proceso?
Lo que te puedo decir es que la masificación no funciona si no hay una fuerte política y apuesta de capital “muerto”, una inversión de costo hundido del Estado. Me refiero a proyectos que necesitan el capital y el impulso del Estado, como una carretera, un puente o un tren metropolitano, que no necesariamente tienen rentabilidad económica, porque el gas natural como llega a Lima tiene que llegar al resto del Perú.
El segundo tema viene vinculado a que se incentive que sea llevado por gasoductos. Porque haciéndolo por mini GNL o gasoductos virtuales, no vamos a masificar nada. Y para hacer un gasoducto al sur la única opción que se tiene para abaratar el transporte y bajar el subsidio del Estado peruano es con una nueva planta de GNL, mirando al mercado internacional, que con la invasión de Rusia a Ucrania va a ser muy demandado.
Esta podría ser una fórmula interesante de anclar la demanda, bajar la tarifa de transporte y hacer que el Estado ponga menos dinero. El Estado debe intervenir en la masificación tal como lo ha hecho en Colombia, Argentina, y otros países.
Tiene que haber una decisión política, pero también inyección de capital. Si el sector privado no está dispuesto a hacerlo es porque no cierra la ecuación económica. Y no se le puede forzar. Allí viene el Estado, donde se puede hundir una parte del capital. Que el Estado entregue a un privado el capital, el privado pone lo restante y se le pide que haga el gasoducto y las redes de gas. Entonces, creo que por allí viene [la solución]. Otorgando concesiones y que no sea únicamente el Estado el que haga los trabajos. Puede poner capital bajo asociaciones público-privadas. Este es un derecho de todos los peruanos.