Ysaac Cruz Ramírez tenía claro que su vocación era ser ingeniero, pero cuando dejó el colegio no tenía claro en qué especialidad. A mitad de los años sesenta, ingresó a la UNI, a la Facultad de Ingeniería Geológica, Minera y Metalúrgica. Pero podía esperar hasta el tercer año de estudios para decidir qué camino tomar. Por entonces la universidad organizaba un programa de visitas técnicas a plantas en el sur del país, en el norte, y había otro tour que iba a la sierra central. “Fue una experiencia maravillosa, el bus que nos llevaba fue parando en cada una de las hidroeléctricas que hay en el camino de Lima a La Oroya, y luego visitamos minas subterráneas”, cuenta Cruz, recordando el que fue el punto de partida de una vida dedicada a la minería y que ha pasado por cargos directivos en Compañía Minera Milpo, Sociedad Minera El Brocal y Sociedad Minera Austria Duvaz, entre otras.
¿Cómo surgió su vocación por la ingeniería de minas?
Mi primera experiencia de ingreso a una mina fue en ese viaje universitario cuando llegamos a Casapalca. También fuimos a Morococha y Cobriza. Yo quedé muy impresionado con la labor del hombre en la naturaleza y especialmente en las minas, por su capacidad para extraer la riqueza del interior de la de la tierra. Ver las condiciones de trabajo y la tecnología que se utilizaban en esa época en las minas significó para mí un reto especial. Luego de ese viaje simplemente elegí qué carrera seguir. Fui el primer ingeniero de minas en mi familia.
¿Cómo era el escenario en ese tiempo para que un ingeniero de minas pueda desarrollarse?
Era muy prometedor. En mi promoción éramos 28 y todos conseguimos trabajo al salir de la universidad. Salvo Toquepala y Marcona, que eran minas a tajo abierto, todo el resto eran minas subterráneas y requerían de muchos trabajadores a todo nivel, desde la mano de obra menos capacitada hasta ingenieros, quienes se hacían cargo de la supervisión y ejecución de las obras.
¿Cuál fue su primer trabajo?
En paralelo a la universidad trabajaba en el Banco Minero en Lima. Era dibujante técnico y hacía los planos que requerían los ingenieros. Ya cuando egresé de la UNI, en 1972, conseguí trabajo en la mina Azulcocha, en Junín, que por entonces pertenecía a la Sociedad Minera Gran Bretaña. Era en ese momento la mina más rica en zinc en el país. Ingresé como ingeniero jefe de guardia y escalé hasta superintendente de mina, y luego trabajé en un área nueva donde fui jefe de exploraciones.
¿Cuáles considera que hoy son los principales retos de un ingeniero de minas? ¿Qué tanto han cambiado las exigencias para esta profesión?
Han cambiado mucho. Los ingenieros requieren tener una sólida formación de principios y valores personales, tanto para manejar equipos como para una clara comprensión del medio ambiente, y la necesidad de velar por su protección. Cuando yo comenzaba esta preocupación existía como concepto, pero no tenía la fuerza de control y evaluación que tiene hoy. También se requiere una formación en tecnologías de la información. Muchas de las actividades que en mi época eran manuales hoy son automáticas para hacer funcionar equipos e instalaciones completas. Un ingeniero debe, además, dominar el inglés para entender el mundo en el que se desarrolla su actividad, y especialmente tener un sólido conocimiento de la realidad nacional, de la realidad particular de la región donde está su centro de trabajo. La formación de los profesionales no se puede limitar solo a su función al interior de la empresa, porque donde estén deben ser embajadores de su empresa, tomando en cuenta la importancia que tiene la relación con las comunidades.
¿En qué medida el trabajo en la industria minera le hizo conocer una cara más real del Perú, tanto geográfica como social?
La minería en el Perú es la industria más descentralizada que existe. Las minas están distribuidas a lo largo y ancho del país, en diferentes condiciones, alturas, climas. Y para los ingenieros de minas el hecho de movernos a una operación nos hace integrarnos a una realidad geográfica y social que de otra forma quizá no conoceríamos. Cuando inicié mi carrera, las diferencias sociales entre Lima y las provincias eran mucho más marcadas que hoy. Había menos recursos en las provincias y una gran distancia de desarrollo. Pero no olvidemos que las empresas mineras construían pueblos, porque se desarrollaban en zonas desérticas, de alta montaña, donde no había otra actividad. Con el paso del tiempo, esa necesidad fue variando, y ya no se construyen campamentos como los de antes.
¿Qué experiencias considera las más valiosas en su actividad como representante gremial?
He tenido el honor de ser presidente de la SNMPE, del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú y del Instituto de Seguridad Minera. No son comparables, pero hacer esta ruta te enriquece como persona y te da una visión de la profesión, de nuestros riesgos, y del desarrollo del sector minero. Si tuviera que resaltar algo en especial de mi paso por la SNMPE sería la unión que se consiguió entre las mineras del centro del país para construir el actual muelle de minerales del Puerto del Callao. Fue una solución integral al manejo de concentrados en el puerto, eliminando un sistema anacrónico, inadecuado, por un sistema de carga con cero riesgo de contaminación.
¿Qué temas se necesita enfocar mejor en el sector minero, en especial en su relación con el Estado?
El Ministerio de Energía y Minas tiene como finalidad promover a la industria minera, protegiendo el medio ambiente, pero yo considero que no se cumple esa función. Por el contrario, parece que existen una serie de frenos, inconvenientes, para que todo sea lento. Y eso se ve cuando tenemos un sistema de licencias y permisos excesivos, una multiplicidad de organismos de control, una redundancia en la información que las empresas están obligadas a reportar, y así el proceso de cumplir con las normas se vuelve muy largo. Hay mucho que hacer para resolver este nudo y que permita que las inversiones puedan darse con mayor fluidez, sin tener que esperar que el desarrollo de una mina tome hasta diez años. El otro tema importante es lo que pasa con la disposición del terreno superficial, en el lugar donde se encuentra un yacimiento minero, que en la mayoría de los casos está bajo titularidad de las comunidades campesinas. Esto tiene que ser normado, porque nos pasamos la vida apagando incendios.
Se toman decisiones que suelen ser soluciones temporales.
Son soluciones temporales, generalmente con aportes de la empresa, pero que no resuelven el fondo del problema. Debe establecerse un mecanismo de estudio, de evaluación, para que en conjunto se pueda desarrollar un proyecto y la población de la zona sienta que realmente se beneficia con la presencia de la empresa minera.
