Comenzó a los 24 años en Minas Buenaventura. Fue vicepresidente y presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE) y también de la Confiep. A sus 76 años, José Miguel Morales Dasso continúa haciendo lo que más le gusta. Divide su tiempo entre su trabajo como agricultor de paltas y mandarinas en Chincha, preside Sociedad Minera El Brocal y Empresarios por la Educación, organización que ayudó a fundar hace 14 años. Hoy, está convencido de que la educación es el camino para impulsar el crecimiento del Perú, y que la minería es el sector que más puede aportar a su desarrollo. “Si hay alguien que puede dejarnos enseñanzas es el sector minero”, dice en esta entrevista a Desde Adentro.
¿Qué lo motiva a sus 76 años a seguir trabajando?
Creo que a la edad en la que estoy uno debe contribuir al Perú. El Perú está primero, y el tema más importante hoy día en el país es la educación. Sin educación no vamos a salir adelante, no vamos a salir de la pobreza, no vamos a mejorar la salud, no vamos a tener toda esta política que tenemos en este momento. Mi abuelo, Raymundo Morales, fue uno de los cinco fundadores de la Pontificia Universidad Católica del Perú y dictó la primera clase el año 1917. Viene desde ahí mi inspiración sobre la educación. Mi abuelo decía que una cosa es la instrucción, que es el arte del saber cómo se hacen las cosas, y otra es la educación, que es la instrucción, más la ética y la moral. Y eso sigo haciendo, promoviendo la educación, pues hay mucha ética y moral que transmitir.
¿Cómo se involucró en la minería y de qué manera dirigió sus esfuerzos a impulsar la educación?
Yo tuve la suerte de ser vicepresidente y presidente de la Sociedad de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE) entre los años 2001 y 2004. Encontramos que había una total desinformación sobre el sector. Recuerdo que en el libro escolar de mi nieto decía: “La mina contamina”. A mí me alarmó ver eso. Llamamos a 60 periodistas que escriben los libros y las enciclopedias, y a bibliotecarias, que revisaron todas las publicaciones existentes en los colegios. A ellos los invitamos a minas subterráneas, de tajo abierto, a un pozo de petróleo en la selva, en la costa y el mar, y a las centrales eléctricas e hidroeléctricas. Ellos mismos se dieron cuenta que lo que estaban diciendo en esos libros no era la verdad y cambiaron los textos. Así empezó mi involucramiento con el sector educativo, buscando enseñar lo que estamos haciendo, y creo que el sector minero peruano no hemos sabido comunicarlo.
¿Cómo el sector minero comenzó a influir y a contribuir en la educación del Perú?
Cuando me tocó presidir la Confiep, entre 2005 y 2007, decidí que no debíamos ser solamente una especie de sindicato de empresarios, sino ser propositivos, y qué mejor que impulsar el tema de la educación. Y conté con mucho apoyo del sector minero. Es el sector que más ha contribuido con la educación. Hoy, la mayor parte de los miembros de Empresarios por la Educación son mineros. Desde el norte hasta el sur, el sector minero cumplió aportando montos que fueron muy importantes. Calculo que superan los S/ 400 millones. Hubo un proyecto de Southern Perú, de S/ 108 millones, para poner una computadora en cada una de las aulas de todos los colegios de Moquegua. Después, Antamina donó 10,500 computadoras a todos los maestros de Áncash. Esto sirvió también para que los maestros se actualizaran y pudieran dar el paso a la tecnología, atrayendo a empresas de otros sectores a contribuir con el tema educativo. En Empresarios por la Educación somos provincianos y, en el transcurso de estos años, hemos desarrollado programas de capacitación a favor de 90 mil maestros del país y de 1,8 millones de alumnos en 23 regiones, especialmente en la sierra y en la costa peruana. Nosotros hemos ido donde realmente se necesitaba ayuda.
¿Cuáles considera que han sido los principales aportes de Buenaventura a la educación?
Buenaventura, desde los años 90, subvenciona y apoya a la Universidad para el Desarrollo Andino (UDEA), que queda en la ciudad de Lircay, capital de la provincia de Angaraes, en Huancavelica, la única universidad donde las clases se dictan en quechua. Lo hemos hecho por convicción y porque tenemos el tema social en el ADN. Roque y Raúl Benavides, y yo hemos seguido el camino que nos enseñaron. Don Alberto se involucró luego en la Universidad de Ayacucho, en la Facultad de Ingeniería de Lima, y después aceptó organizar la Facultad de Minas de la Pontificia Universidad Católica del Perú. También hemos contribuido con la educación en Cajamarca, Áncash, Cusco y Ayacucho. Escuelas por todos lados. Las llamadas escuelas fiscalizadas. También hubo una labor de mejora en el crecimiento de las ciudades a través de universidades, como en Huancayo.
Ha sido un trabajo silencioso. Pese a ello, los mitos persisten y, al parecer, hay todavía mucho trabajo por hacer.
El sector minero apoya mucho la educación, porque mientras haya gente con mejor educación podrán darse cuenta de que no estamos contaminando, sino de que estamos aportando positivamente al entorno. Hay un interés social de que la gente se supere y también un interés económico en contratar a gente capacitada. Pero a algunas personas no les interesa que el personal sea capacitado. Hoy no es necesario agarrar un pico y romper el cerro. La minería, al igual que la agricultura, ha cambiado. Si no levantas la educación de la gente, te quedas sin ningún avance. Por otro lado, el cuestionamiento viene de gente interesada en que los demás no se eduquen.
¿De qué manera el impulso de la educación desde la minería ha mejorado la calidad de vida de las personas?
Hasta el trabajador más humilde en la mina está buscando que sus hijos progresen, y muchos de los hijos de los trabajadores optan por profesiones afines a la minería. Algunos son gerentes generales. No se puede cuantificar.
Sin embargo, un problema es la mala distribución del canon minero. ¿Cómo la educación contribuye a afrontar este problema?
Hay un 40% del canon que no se usa. No se trata de aumentar los impuestos, sino de que se sienten los empresarios con las autoridades locales para ver en qué se gasta ese 40% y, seguramente, se hará más rápidamente y más eficientemente. Y la gente verá los resultados. Recuerdo cuando buscamos reparar un puente de dos metros de ancho, en la costa peruana, que se había averiado cuando pasó un camión sobrecargado, nos juntamos con tres personas y podíamos repararlo por S/ 16 mil. El alcalde local se molestó con nosotros, no nos dio permiso y a los tres meses salió un aviso: “Reparación del puente por S/ 160 mil”. Eso te dice todo. Educación y más educación, eso es lo que falta. Creo que ha llegado el momento de enfrentar las cosas y entender que solos no lo vamos a poder asumir ni el Estado ni el sector privado. Urge sumar esfuerzos para encontrar soluciones. Así de sencillo.
¿Qué autocrítica haría al sector minero?
Puedo decir algo que vengo diciendo hace 20 años y que siendo presidente de la SNMPE no lo llegué a hacer. ¿Cuál es la diferencia entre el huevo de un pato y el de una gallina? El de pato es el doble de grande, pero comemos más el huevo de la gallina. ¿Por qué? Porque la gallina cacarea. Entonces, nos falta cacarear. Ahora que han querido subir los impuestos hemos salido a cacarear. El sector minero tiene mucho para difundir. Si lo estamos haciendo bien, si somos entusiastas, salgamos a decir las cosas. Hay que seguir con fe, trabajando por el Perú y llevando la educación a donde no llega, pues las zonas de trabajo de las mineras están en zonas muy agrestes. ¡Me siento muy orgulloso de decir que soy parte del sector minero!