El reciente proceso electoral ha marcado la polarización y la división del país en dos extremos que debe terminar, porque los peruanos que hoy vivimos bajo una grave crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia del COVID-19, no podemos seguir enfrentados entre sí cuando tenemos el gran reto de reconstruir al Perú.
Ha llegado la hora de la unión y la reconciliación, la misma que tiene que ser liderada por la clase política y acompañada por toda la ciudadanía sin distinción alguna, pues se requiere acabar con la incertidumbre y fortalecer la gobernabilidad y la institucionalidad.
Más allá del resultado de las elecciones, no hay tiempo que perder en la tarea de controlar la pandemia y reactivar la economía nacional. Quien tome las riendas del país a partir del próximo 28 de julio, Bicentenario de la Independencia, tiene que actuar con decisión para forjar consensos, sanar heridas e impulsar la recuperación productiva, aprovechando las altas cotizaciones de nuestras exportaciones mineras.
La próxima administración gubernamental debe tener muy en claro que en el Perú debe prevalecer el Estado de Derecho, las leyes y el principio de autoridad, así como el respeto a los compromisos asumidos. Bajo estos parámetros esenciales en todo país democrático deberá emprender las reformas que permitan cerrar las brechas sociales y de infraestructura. Tenemos que sobreponernos a la terrible lógica de la polarización y superar nuestras diferencias para juntos construir el país próspero, justo y democrático que todos los peruanos anhelamos.