Tras un año marcado por la crisis del COVID-19, el Perú inició una nueva década para el sector minero energético. En conversación con Desde Adentro, Carlos Prieto, gerente del área de Estudios Económicos del BCP, brindó su punto de vista acerca de la situación actual y sus perspectivas sobre el sector minero energético, resaltando la importancia de darle una mirada a la industria desde la educación superior.
¿Cuál es la visión del BCP acerca la marcha del sector minero energético, sobre todo de minería, durante este año?
Este es un año de rebote y recuperación para la economía peruana en general. Luego de una caída de 11.1% el año pasado, nosotros esperamos un rebote alrededor de 9% este 2021. Hemos venido hablando de este porcentaje desde agosto del año pasado y nos sentimos cómodos con esa cifra. Continúo recibiendo muchas preguntas sobre si el 9% es factible, pero no hay que perder de vista el rebote estadístico. El año pasado la minería metálica cayó cerca de 13.5%. Obviamente esos rebotes no serán homogéneos, hay sectores que tendrán un rebote más rápido que otros. Considero que el del sector minero será mucho más rápido que el de hidrocarburos. Ya hay data interesante, por ejemplo, un indicador que seguimos de cerca es la demanda por electricidad. Y en la segunda quincena de marzo del 2021, comparándola con el mismo periodo del año pasado, hay semanas en las que vemos rebotes por encima del 30% comparando este año con el anterior. Creo que siempre existirán riesgos, pero la caída fue tan grande en varios meses del año pasado que considero se darán rebotes importantes. Y ya no es solo una proyección, la data más reciente nos muestra esto.
¿Qué otros factores podrían influir en la recuperación del sector?
Además del rebote estadístico, la minería metálica se beneficiará por la entrada en producción de proyectos como Mina Justa y la ampliación de Toromocho. Estos dos proyectos tienen previsto iniciar su producción en algún momento de este año. Pese a que el impacto se sentirá más en el 2022, igual aportarán algunas décimas de crecimiento al 2021. Quellaveco entrará en producción entre 2022 y 2023. Algo que habría que destacar es ver qué ocurre a mediano plazo. Hace 10 años el Perú producía 1.2 millones de toneladas de cobre, y el 2017 ya estábamos en 2.4 millones con Las Bambas, Toromocho, Constancia y la ampliación de Cerro Verde. Los proyectos de producción de cobre con un inicio próximo de operaciones probablemente puedan elevar a cerca de 3 millones de toneladas la producción de cobre hacia el 2023. Con una mirada de mediano plazo es muy remarcable lo que se ha avanzado. Pero también hay que considerar que el primer productor mundial de cobre, Chile, produce cerca de 6 millones de toneladas anuales.
A pesar de unos precios muy atractivos de los commodities, el problema es que hoy no se ha identificado una siguiente generación de proyectos. ¿Qué viene después de Mina Justa, ampliación de Toromocho y Quellaveco? Aún no hay claridad. El Perú tiene mucho potencial y a la vez conocemos los retos que enfrentan los diferentes proyectos.
¿Cuáles son esos retos?
Creo que un entorno del precio del cobre por encima de US$ 4 la libra; el oro en niveles de US$ 1,750 la onza; y un país con reglas de juego claras y manejo macroeconómico prudente, están dadas las condiciones para aspirar a mucho más. Considero que deberíamos estar haciendo lo necesario para que, hacia el 2030, se produzcan cerca de 4.5 millones de toneladas de cobre. Pero, para llegar a eso y, dado que los proyectos mineros tardan en desarrollarse cerca de cinco años, es importante ir viendo una nueva cartera de proyectos y cómo se materializan. El año pasado, Panamá abrió su primera mina de cobre con una inversión de US$ 5 mil millones. Pensaron que no tenían cobre y hoy están avanzando. En Mongolia también, hace cinco años se abrieron minas de cobre muy grandes.
¿Cómo lograr que se materialicen estos proyectos de inversión?
Es importante comunicar las experiencias exitosas de países ricos en recursos naturales. Cada país tiene sus similitudes y diferencias. Sacar proyectos mineros en Chile es mucho más fácil. No tienen necesariamente conflictividad social, porque literalmente los proyectos están en el desierto. La presencia de comunidades alrededor de los proyectos es mucho menor. Pero, en todo el mundo, los proyectos de recursos naturales se han vuelto cada vez más desafiantes. En el Perú debería hacerse pedagogía, tanto en universidades públicas como privadas, de experiencias exitosas de países ricos en recursos naturales. En muchos centros educativos superiores se siguen quedando con la idea de que tenemos “la maldición de los recursos naturales”. Se olvidan de observar y analizar ejemplos positivos de desarrollo a partir de ellos: Chile, Canadá, Australia, Nueva Zelanda o Noruega.
Pese a que no todas las buenas prácticas son replicables.
Tenemos culturas e instituciones diferentes y cada ejemplo es difícil de imitar, pero hay experiencias y lecciones interesantes para aprender. Necesitamos ver más de cerca qué es lo que están haciendo los países exitosos. Los retos están ahí. Creo que hemos dado un avance importante en producción de cobre en diez años, pero hay que mirar la siguiente década. No hay que estancarnos, debemos trasladar la explotación de recursos naturales a un mayor desarrollo social. Los recursos naturales deben ser una palanca de desarrollo. Muchos estudiantes universitarios creen que solo estamos exportando rocas sin valor agregado, pero eso es una gran mentira. Esa roca debajo del suelo vale cero, pero una vez extraído y procesado vale US$ 4 la libra de cobre, gracias a multi millonarias inversiones que permiten su aprovechamiento. No hay que perder de vista las historias exitosas de otros países y la propia historia del Perú.
¿Cuáles son los riesgos de no aprovechar nuestro actual potencial?
Si bien el cobre parece bendecido a mediano plazo y se abre una ventana de oportunidad importante para el país en un contexto de nuevas tecnologías más limpias y autos eléctricos, no olvidemos que el cambio tecnológico nos puede jugar a favor o en contra. Esperamos que juegue a nuestro favor, pero también hay que recordar que el cambio tecnológico desapareció el valor del guano, el salitre y el caucho. Esos productos, que en algún momento fueron tan valiosos, pasaron a tener un valor comercial prácticamente nulo debido a innovaciones tecnológicas. Son ejemplos de cómo nos pueden afectar los cambios tecnológicos y ese valor que hoy parece muy grande, de un momento a otro, puede desaparecer.
Hablaba de un rol pedagógico en torno a la importancia de los recursos naturales como palanca de desarrollo social, ¿hay otros mitos?
Otro es que los recursos naturales están reñidos con la innovación. Los países exitosos nos enseñan que la innovación viene vinculada a los recursos naturales. Hoy, exportar fruta fresca tiene más valor que hacer un enlatado, pero creemos que allí hay más valor y no es así. Esa fruta fresca tiene un montón de tecnología detrás para llegar en esas condiciones a sus destinos. Por otro lado, Noruega, además de ser un país petrolero, destaca en la industria pesquera, y los que venden el software pesquero son empresas noruegas. Australia y Canadá por su parte son importantes proveedores de máquinas y software minero. La innovación en el Perú debe estar vinculada a nuestros recursos naturales, porque en ellos destacamos. Podría haber convenios de investigación entre las universidades públicas que reciben el canon y universidades destacadas extranjeras, que colaboren con proyectos para que los recursos naturales sean una palanca de desarrollo, cambio técnico e innovación.
¿Qué otros elementos deben considerarse para mirar con mayor ambición las oportunidades que tenemos?
Necesitamos tener una visión de país que entusiasme, con un marco promotor de la inversión privada en línea con los países más exitosos en la explotación sostenible de sus recursos naturales. Debemos analizar qué hacen y en qué estamos fallando. Por ejemplo, el ranking de atractivo a la inversión minera del Instituto Fraser puede ser un punto de partida. Se trata de una mesa con diferentes patas que hay que equilibrar, el marco promotor, la conflictividad social, cómo vincular la investigación y desarrollo con las universidades públicas, cómo gastar mucho mejor los recursos fiscales provenientes de la explotación de recursos naturales. Hay que revisar la experiencia internacional de casos de éxitos, tomar lo bueno de todos y adaptar lo que pueda funcionar en el Perú.