Los resultados de la reciente encuesta del Instituto Fraser sobre el atractivo del Perú para la inversión minera representan un duro revés para la industria. Perder 10 posiciones de un año a otro, pasar al puesto 34 de 77 países, tras haber estado en el puesto 14 en el 2018 no es casualidad. ¿Qué hicimos mal? Quizá la conclusión más importante de este tradicional estudio global es que la riqueza geológica y mineral del Perú no basta por sí sola para atraer inversiones, sino que necesitamos, sobre todo, estabilidad política y paz social para viabilizar nuestra importante cartera de proyectos.
Hoy más que nunca, requerimos de un Estado ágil y eficiente, que simplifique procedimientos y racionalice trámites, desmantelando la pesada carga procedimental que traba la puesta en marcha de las inversiones. De lo contrario, será imposible retomar la senda del crecimiento acelerado que necesitamos para superar la crisis económica, y generar bienestar y oportunidades para todos los peruanos.
Aún estamos a tiempo. El Ministerio de Energía y Minas tiene una cartera de 48 proyectos mineros que representan una inversión cercana a los US$ 60,000 millones y cuyo despliegue beneficiaría enormemente al país. El Instituto Peruano de Economía ha dado cuenta de ello en su más reciente estudio. Si estos proyectos llegaran a ejecutarse antes del 2030, se produciría un crecimiento del PBI cercano al 25%, se crearían 2.3 millones de nuevos empleos y las exportaciones aumentarían 66%. Además, se generaría ingresos fiscales por casi US$ 100,000 millones, suficientes para cerrar las brechas de inversión en agua, saneamiento, educación, salud y transporte.
¿A alguien le queda duda de este potencial que puede ser sabiamente aprovechado? Ese es el verdadero desafío que tiene nuestro país: asegurar una minería sostenible, generadora de prosperidad y bienestar para todos. No hay tiempo que perder.